Cuentos

EL VIAJERO ESPACIAL

Edad: o-3 años


En algún lugar del universo existe un planeta llamado  Yuts, allí vivía un  marciano llamado Galand, él soñaba con viajar, conocer el universo entero y todos sus misterios.

Galand era un niño con mucha imaginación así que pensó en hacer un cohete para viajar a donde él quisiera, así que empezó a investigar cada una de las piezas para armar su propio cohete, después de una búsqueda exhausta logró descubrir hasta el más mínimo detalle de las piezas que necesitaría y rápidamente fue en busca de basura galáctica ya que ahí podría encontrar materiales que le sirvieran para hacer su cohete.

Día tras día Galand iba a diferentes basureros galácticos y para su suerte en cada uno de los basureros encontraba diferentes piezas para su cohete, pasaron los meses y Galand logró reunir cada una de las piezas.

 Así que empezó la parte más difícil la cual era construir su cohete, pasaba día y noche martillando y atornillando cada una de las piezas, empezó armando sus propulsores para así pasar a la cabina de comando y terminar en la torre de escape, Galand calculó hasta el último detalle de la nave, después de varios tornillos y días al fin logró terminar su cohete, estaba tan emocionado que de la emoción se desmayó o podría ser porque estaba muy cansado ya que había trabajado mucho.

 Al despertar no podía creerlo, estaba frente a su propio cohete espacial  en ese momento Galand se sentía emocionado y feliz de que al fin terminó su cohete, rápidamente fue a comprar combustible, llenó su tanque, se puso su traje de astromarciano, se subió a la cabina, encendió todos los comandos, sus propulsores, y empezó el conteo 5, 4, 3, 2, 1, Galand cada vez empezó a alejarse más y más del planeta Yuts hasta que llegó al espacio exterior, en ese momento Galand sabía que empezarían las diferentes aventuras del viajero espacial el cual visitaría cada uno de los diferentes planetas que podrían existir.

                                                             Fin









   Las dos ranitas de Japón

Edad: 3- 6 años

Esta es la historia de dos ranitas. Ambas vivían muy felices en Japón, pero en diferentes ciudades; una vivía en Kioto y la otra en Osaka.

Una mañana, las dos ranitas se despertaron muy aburridas y decidieron que era hora de explorar otros lugares:

—Hoy partiré hacia Osaka —se dijo la ranita de Kioto.

—Hoy viajaré a Kioto —se dijo la ranita de Osaka.

Sin saberlo, las ranitas empacaron sus cosas al mismo tiempo y salieron saltando hasta el camino de la montaña que unía las dos ciudades.

El viaje resultó ser más largo de lo planeado y por esas cosas del destino; las dos ranitas, muy agotadas, se detuvieron en la cima de la montaña.

Al encontrarse, las dos ranitas se observaron con emoción. Luego, se saludaron y entablaron conversación. Fue así como supieron hacia donde se dirigían.

—¡Voy a Osaka! — dijo la ranita de Kioto—. Escuché que es una ciudad esplendorosa.

—¡Y yo voy a Kioto! — respondió la ranita de Osaka—. Todos dicen que es una ciudad espléndida.

—Es una pena que no seamos más altas— dijo la ranita de Kioto—. Si lo fuéramos, podríamos ver desde lo alto de esta montaña la ciudad que queremos visitar.

—¡Tengo una idea! — exclamó la ranita de Osaka—. Parémonos de puntitas con nuestras patas traseras y apoyémonos una a la otra. Así podemos echarle un vistazo a la ciudad a donde vamos.

Entonces, las dos ranitas se pararon de puntitas y se tomaron de las patas delanteras para no caerse.

La rana de Kioto alzó la cabeza y miró hacia Osaka. La rana de Osaka también alzó la cabeza y miró hacia Kioto

—¡Qué decepción! — dijo la ranita de Kioto—. Osaka es igual a Kioto.

—¡Qué desilusión! — dijo la ranita de Osaka—. Kioto es igual a Osaka.

En ese momento, la ranita de Kioto dijo:

—Me alegra que hayamos descubierto esto, ahora podemos ahorrarnos el largo viaje y regresar a casa.

Las dos se despidieron y comenzaron a saltar muy felices de vuelta a sus ciudades.

Sin embargo, las dos ranitas olvidaron que todas las ranitas del mundo tienen los ojos en la parte de arriba de la cabeza. En realidad, veían lo que estaba atrás y no adelante. ¡La ranita de Kioto estaba mirando hacia Kioto y la de Osaka estaba mirando hacia Osaka!

 


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